La agorafobia (del griego ágora que significa plaza y fobia que significa miedo o temor) es un trastorno psicológico al miedo a espacios abiertos, pero también se puede relacionar con otro tipo de patologías como las crisis de ansiedad o pánico.
Es común que este trastorno sea comórbido, es decir, que el mismo paciente sufra una o más fobias como la claustrofobia (miedo a las alturas), hipocondría (a las enfermedades) o nictofobia (al día o a la noche).
La agorafobia está unida a la panofobia, debido, en gran parte, a que cualquier estímulo externo puede ser objeto de temor.
¿Por qué surge?
La agorafobia aparece por alguna experiencia negativa por parte del afectado, para evitar volver a sufrir una experiencia similar. Las situaciones pueden ser desde esquivar situaciones estresantes, hasta entrar en estado de pánico o sentirse amenazado.
Los motivos por los cuales esta enfermedad surge son diversos: desde creer que volverá a tener un ataque en un lugar en el que haya estado con antelación, salir de la nada aún estando en cualquier estado de ánimo (sea de tristeza o alegría) o, simplemente, cuando algo altera su seguridad.
Los agorafóbicos tienden a evitar lugares amplios y realizar actividades como ir al cine, al supermercado o usar el transporte público para no tener ansiedad o un ataque de pánico. Esto puede ser muy peligroso para quien lo padece, pues prácticamente no sale de casa para no ser víctima de estas dos patologías.
¿Cómo se soluciona la agorafobia?
El tratamiento más común en estos casos es enfrentándose directamente al problema, reeducando al paciente sobre su enfermedad, de manera que pueda ir desapareciendo el trastorno psicológico que padece.
Dicho de otra manera, llegar a curar este temor es como ser un investigador: se recopilan los datos, se observan, se analizan y, por último, se llega a una conclusión final. Para ello se utilizan exposiciones in vitro, donde se intenta que el enfermo experimente con sus estímulos, con sus miedos. Con este tipo de exposiciones se logra que el paciente entienda que sus pensamientos negativos son falsos y que no sucederá nada malo. También se le enseña a eliminar la tensión.
Una vez se ha realizado la exposición in vitro se pasa a una última fase, la denominada exposición in vivo. El paciente pondrá en práctica todo lo aprendido, creando seguridad en el agorafóbico. Estas sesiones in vivo no tienen una duración determinada, depende de la evolución del paciente. Para una mejor progresión, lo más recomendable es motivar al enfermo con ideas positivas y hacerle ver cuáles serán sus metas si logra con éxito superar el tratamiento.