El pasado domingo se retrasó una hora el reloj, pasando así al horario de invierno. ¿Te has parado a pensar qué secuelas conlleva este cambio de hora, y cómo afecta a tu organismo? Pon atención a las siguientes líneas y sal de dudas .
¿Por qué retrasamos la hora?
A grandes rasgos, el cambio de hora se lleva a cabo para provocar un ahorro de electricidad. Además, nos permite adaptarnos a las horas de luz durante el transcurso del día. Esta modificación se viene realizando desde 1974 en los países miembros de la Unión Europea, debido a la crisis del petróleo.
¿En qué medida te afecta?
Al contrario que en primavera, donde se nos quita una hora, en otoño este tipo de cambios afectan mínimamente, con lo cual no es difícil adaptarse a ellos de forma liviana.
Aún así, tu cuerpo puede verse resentido por los cambios hasta habituarse, algo parecido a lo que ocurre, pero en menor medida, con el síndrome de los husos horarios o jet lag.
A diferencia de cuando se viaja a un país o continente cuyo huso horario es completamente distinto, el cambio de hora puede provocar en tu organismo diversos síntomas como pérdida de concentración, cambios en tus horas de descanso, irascibilidad, cansancio…
A causa de ello, también incrementa el riesgo a padecer infartos, insomnio…
La luz, el principal problema
Sin duda alguna, una de las ventajas del cambio de horario es el aumento de las horas de luz. Debido a ello, la melatonina (hormona responsable de inducir el sueño), tiene más dificultad para adaptarse, con lo que es recomendable aprovechar al máximo las horas de luz a lo largo del día (o lo que es lo mismo, madrugar) para poder obtener un sueño reparador cuando llegue la noche.
Es aconsejable que a la hora de irte a dormir no tengas ningún tipo de luz cerca (para evitar espabilarte). Si habitualmente precisas hidratarte de noche, ten a mano una botella de agua, pero no enciendas la luz para llegar a ella si te despiertas a media noche.
También puedes recurrir al uso del antifaz, para así hacer creer a tu cerebro que aún no se ha hecho de día.
¿Cómo combatir el cambio de horario?
Los especialistas estiman que nuestro cerebro tarda en adaptarse entre 1 a 5 días, y, para llevar mejor los efectos de este cambio de horario, recomiendan tener una rutina diaria, evitar las siestas largas (pues puede afectarnos por la noche en nuestro descanso), adaptar nuestros hábitos diarios a la luz solar, no ingerir medicamentos en la medida de lo posible, e, incluso, no consumir bebidas como refrescos con cafeína, tabaco, o alcohol.